Cecilia García – Calderón, evangelización a través del arte
Para Cecilia García – Calderón las obras de arte son un fiel reflejo de la vida interior del autor, por ello “mientras más reconciliada, más trabajada, mientras más lucho en mi combate espiritual tengo la certeza de que va a salir bien el cuadro”, dice.
Apasionada por la pintura y la escultura, esta fraterna busca plasmar y transmitir con el arte su amor a Dios y su experiencia interior.
Cecilia nació en Arequipa – Perú en 1971. Entró a la Fraternidad en 1992 y en 1998 realizó sus compromisos de Plena Disponibilidad Apostólica a Perpetuidad. Actualmente forma parte del Consejo Superior de la Fraternidad como asistente del área de espiritualidad.
La manera como descubrió su vena artística fue un poco accidental pues al terminar el colegio se presentó a la facultad de psicología y al no ser admitida, optó por estudiar diseño gráfico publicitario.
Una vez, viendo sus dotes artísticos, se lanzó a pintar la figura de San Pablo en un amito (prenda que usan los sacerdotes, diáconos y acólitos para cubrir su cuello y espaldas. Se la colocan debajo del alba) de un sacerdote amigo. Luego, Luis Fernando Figari, fundador de la Fraternidad, le pidió que pintara un cuadro, nada menos que para el entonces recién elegido cardenal Augusto Vargas Alzamora: “No sabía qué hacer, tuve que llamar a los artistas a preguntarles qué pincel usar, con qué se mezclaba y así fue que empecé”, recuerda Cecilia.
De esta manera comenzó su recorrido dentro del mundo de las artes plásticas, un talento que se ha dedicado a trabajar y pulir cada vez más. Entró en un taller de pintura y luego fue nombrada como encargada de arte en el colegio Villa Cáritas,en Lima. Después ingresó como alumna libre en una escuela de arte. Al inicio se dedicaba especialmente a copiar obras famosas. Más adelante se lanzó a pintar sus propias creaciones. “Lo que más me gusta es conquistar un ideal”, dice. La mayoría de sus temas son religiosos: “pintar Cristos, Vírgenes, me parece muy bonito”, cuenta Cecilia. Aunque también en algunas de sus obras se dedica a temas no religiosos como paisajes o rostros de personas.
Arte que habla de Dios
Cecilia no imaginó que su talento pudiera ser un instrumento de evangelización.Sin embargo, la participación en tres exposiciones colectivas sobre arte religioso le han hecho ver que este es un medio muy concreto para anunciar al Señor Jesús: “ha sido una sorpresa pero lo fui entendiendo en la medida en que pudimos hacer algunas exposiciones y varias personas me comentaban que percibían a Dios en mis obras”, cuenta Cecilia.
“Algunos me han dicho que pueden ver el cuadro y percibir mi alma, teniendo en cuenta que a veces no necesariamente eran cuadros religiosos”.
Su obra favorita es el Cristo, de Diego Velázquez. “Desde chiquita tenía un cuadro suyo en mi cuarto. Luego pude ver esta obra en tamaño natural en el Museo del Prado de Madrid, es impresionante”, comparte Cecilia. También admira especialmente las obras de Diego Rivera, Bartolomé Esteban Murillo y Rembrandt.
Una de sus tendencias favoritas es el retrato. “Cuando voy a pintar un cuadro empiezo por los ojos, ya me da tranquilidad pintar todo lo demás porque ya tiene el alma”, comparte Cecilia.
Ha pintado, entre otros, a algunos santos como Roberto Belarmino, la ecuatoriana Narcisa de Jesús Martillo Morán y la venerable Antonieta Meo, más conocida como Nenolina, cuyo retrato reposa en la casa donde vivió esta pequeña mística, muerta a los seis años y medio; cerca a la basílica de la Santa Cruz en Jerusalén, en Roma. Nenolina fue declarada “venerable” por el Papa Benedicto XVI y el milagro para su beatificación está en proceso de aprobación.
El realismo es para ella la mejor tendencia de la pintura y la escultura: “quiero dar un mensaje muy claro y no ser egoísta en querer expresar lo que yo siento y que no me interese si la otra persona entiende o no lo que quiero trasmitir”, dice. Y aunque admira algunas obras de arte abstracto, “creo que la mayoría de artistas presentan conflicto, es muy propio de la sociedad actual”.
Asegura también que el arte contemporáneo, a pesar de ser novedoso, resulta muchas veces el reflejo de la ruptura interior del hombre actual: “a menudo el artista de hoy se queda en el aspecto del dolor y, al no ser reconciliado o adherido al Señor, lo que produce es ruptura, crisis, desorden”, dice.
Por eso ella tiene como meta transmitir muchas virtudes en sus obras: “la esperanza, la verdad, la lucha por ser feliz en este mundo, los valores que se van perdiendo” anota. “Es una oportunidad para que nosotras evangelicemos y transmitamos a Dios”. Y aclara que no basta con que una pintura sea bella o armoniosa. “Tu vez en los cuadros cuando la persona ha tenido contacto o no con el Señor, por eso es importante tener un verdadero encuentro con Él que se refleja en las obras que realizas”, concluye.
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